Francisco Rodríguez

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Ilustraciones para Fausto una Tragedia

Con el ánimo de orientar al lector y de contextualizar la obra gráfica que se muestra a continuación, se hace pertinente dar a conocer algunos antecedentes consignados en la investigación teórica que precedió al objeto visual de estas imágenes. Para quienes no están familiarizados con la obra literaria de Goethe, particularmente el Fausto, a continuación se presenta una breve sinopsis de esta importante obra literaria, según los análisis de Luis M. Troncoso S.J.

El Fausto de Goethe está compuesto de dos partes. En la primera parte “Fausto, una tragedia” (1887), que es la estudiada por la presente investigación visual-gráfica, Fausto se entrega al demonio llevado por el deseo de conocimiento y de placeres. Seduce a la inocente Margarita y la abandona después; la mujer en medio de su desesperación mata a su bebé, hijo de Fausto, y es condenada a muerte. Expira entre los brazos de Fausto, pero una voz celestial anuncia que su arrepentimiento la ha salvado. A pesar de este drama pasional el nudo de la acción está en la apuesta entre Mefistófeles (que pretende rebajar a Fausto a nivel del bruto) y Dios (quien afirma que Fausto será capaz solo con sus fuerzas, de triunfar sobre la tentación).

Fausto se convierte en el símbolo de la humanidad, que “yerra siempre que actúa”, pero que debe actuar para realizar el ideal que señala su conciencia. Así se desata la idea que constituirá el núcleo de la segunda parte de Fausto.

En esta parte que resta inacabada, titulada “Helena, fantasmagoría clasicoromántica” (1832); Fausto es introducido al mundo de la Hélade, se vuelve esposo de Helena, y es salvado de la condenación porque “no cesó nunca de tener un ideal”. Este ideal es el de la humanidad.

Con Fausto, Goethe plantea todos los problemas del hombre: su lugar en la naturaleza, su relación con Dios y con sus semejantes, los límites de su poder; y también presenta diversos estados psicológicos con innumerables matices románticos. Troncoso afirma que Fausto es un drama que devela el mito de la insatisfacción y de la eterna juventud.

Fausto como hombre común que busca su satisfacción, infortunadamente comprende que lo que posee nunca lo contentará pues siempre alberga nuevos anhelos. Ante tal dilema, se obliga a vivir aceptando una satisfacción a medias. Ni la filosofía, ni la jurisprudencia, ni aún la teología le han complacido; y como hombre que busca nuevas experiencias se consagra a la magia, esperando conocer lo que la naturaleza oculta en sus entrañas.

Adicionalmente Fausto se encuentra con que en su vejez todo lo que ha realizado fue en vano; por ello ante el desengaño del tiempo ido, decide acabar con su vida. Fausto expresa su penosa situación a Mefistófeles, le habla sobre un mundo vacío y sin encantos. Esta situación de insatisfacción le lleva a pactar con el demonio proponiéndole un trato. Fausto entrega su alma a los infiernos con la condición de que llegue a tener un momento de vida en que se sienta pleno.

La tragedia de Fausto inicia entonces con la concreción de su juventud a partir del brebaje obtenido con una bruja y el subsiguiente engaño que vivirá Fausto. Toda su vida se va a desarrollar basada en la falsedad de su juventud.

Esta tragedia se revela en la metáfora de la taberna de Auerbach, que narra Goethe en la obra, y que se resuelve dramáticamente en su final así: los campesinos quieren vino, lo piden y exclaman maravillados: “¡Oh fuente maravillosa!” -corren a la mesa con delirio- “¡Alegremos el corazón! ¡Bebamos, bebamos como quinientos marranos!”, pero cuando se encuentran felices, el vino se convierte en un fuego que abrasa. Quedan atontados y más insatisfechos que nunca. Esto le espera a Fausto, busca para satisfacerse, se confía en su juventud, pero al final, nada.

TRONCOSO Luis M. S.J.. Fausto; Mito y Drama. S.l , Revista Javeriana vol. 71, 1968, pag 10.

Para las siguientes ilustraciones se anexa el texto que les corresponde según la obra literaria de Goethe:

 

2004_Fausto-Phorlak-3

Fausto 3 – Phorlak. 2004. Texto por J.W. Goethe, Acuarela, tinta y gouache sobre papel. 18 x 24 cm

(Coge el libro y pronuncia misteriosamente el signo de Espíritu. Surge de pronto una llama rojiza, y en medio de ella aparece EL ESPÍRITU).

EL ESPÍRITU.- ¿Quién me llama?

FAUSTO (Volviendo la cabeza a otro lado).- ¡Espantosa visión!

EL ESPÍRITU.- Me has atraído con fuerza; largo tiempo aspiraste en mi esfera, y ahora…

FAUSTO.- ¡Ay de mí! No puedo resistir tu presencia.

EL ESPIRITU.- Suspiras anhelante por contemplarme, oír mi voz y ver mi rostro. La poderosa instancia de tu alma me obliga a ceder. Aquí me tienes… ¡Qué mezquino terror se apodera de ti, criatura sobrehumana! ¿Qué se hizo del clamor de tu alma? ¿Dónde esta aquel pecho que se creaba un mundo dentro de sí, lo llevaba y mantenía con esmero; aquel pecho que se henchía con estremecimientos de gozo para encumbrarse al nivel de nosotros, los Espíritus? ¿Dónde estás, Fausto, tú, cuyo acento llegaba hasta mí, y que con todas tus fuerzas pugnabas por alcanzarme? ¿Eres tú quien, al sentirse envuelto en los efluvios de mi aliento, tiembla en todas las profundidades vitales, un gusano que huye medroso y encogido?

FAUSTO.- Tú, que vagas por toda la redondez de la vasta tierra, Espíritu afanoso, ¡cuán cerca me siento de tí!

EL ESPÍRITU.- Te igualas al Espíritu que tú concibes, no a mí. (Desaparece).

(Fragmento tomado de escena LA NOCHE. Parte Primera.)

 

2004_Fausto-En-la-Taberna-de-Auberbach-6

Fausto 6 – En la Taberna de Auberbach. 2004. Texto por J.W. Goethe, Acuarela, tinta y gouache sobre papel. Digital. 16 x 11 cm

MEFISTÓFELES.- De buena gana bebería yo un vaso para ensalzar la libertad, si tan siquiera vuestros vinos fuesen un tantico mejores.

FROSCH.- Presentadnos un buen vaso, y haremos vuestro elogio. Pero no nos deis unas muestras harto mezquinas, porque si yo he de juzgar, quiero tener la boca bien llena.

MEFISTÓFELES.- Traed acá un taladro.

BRANDER.- ¿Qué vais a hacer con él? Pero si no tenéis aún los toneles a la puerta.

MEFISTÓFELES.- (A Frosch, tomando el taladro).- Ahora decid qué deseáis probar.

FROSCH.- ¡Cómo se entiende! ¿Tanta variedad tenéis?

MEFISTÓFELES.- Eso lo dejo al gusto de cada cual.

ALTMAYER (A Frosch).- ¡Ajajá! Ya empiezas a relamerte.

FROSCH.- Pues bien, si he de escoger yo, quiero vino del Rhin. No hay dones más ricos que los que ofrece la patria.

MEFISTÓFELES (Haciendo un agujero en el borde de la mesa hacia el sitio donde está sentado Frosch).- Traedme acá un poco de cera para hacer luego tapones.

ALTMAYER.- ¡Ah! ¡Esas son artes de birlibirloque!

MEFISTÓFELES (A Brander).- ¿Y vos?

BRANDER.- Yo quiero champaña, y que sea bien espumosa.

(Mefistófeles sigue taladrando. Uno de los camaradas ha hecho entretanto los tapones de cera, con los cuales cierra los agujeros).

SIEBEL (Mientras Mefistófeles se acerca a su sitio).- Debo confesar que no me gusta lo áspero.
Dadme un vaso de legítimo dulce.

MEFISTÓFELES (Mientras sigue barreando).- Para vos, manará Tokay al instante.

ALTMAYER.- No, señores; miradme cara a cara, veo que os estáis burlando de nosotros.

MEFISTÓFELES.- ¡Ta, ta! Con unas personas tan nobles, la cosa sería un poco arriesgada. ¡Pronto! Decid sin empacho con qué vino puedo obsequiaros.

ALTMAYER.- Con todos. No nos vengáis con tantas preguntas.

(Después de hechos y tapados todos los agujeros).

MEFISTÓFELES (Con ademanes y gestos extravagantes).- Racimos lleva la vid; cuernos el cabrón;jugoso es el vino; leña son los sarmientos; vino puede dar también la mesa de madera. Una profunda mirada en la Naturaleza, y cata ahí un milagro. ¡Creed tan sólo! Ahora quitad los tapones y bebed.

TODOS (Mientras quitan los tapones y cae en los vasos el vino que ha pedido cada uno).- ¡Oh, fuente hermosa, que para nosotros mana!

MEFISTÓFELES.- Sobre todo, tened cuidado de no derramar ni una gota. (Todos beben a más y mejor).

TODOS (cantan).- Estamos caníbalmente bien, como quinientos marranos.

MEFISTÓFELES.- El pueblo es libre. ¡Ved qué bien le va!

FAUSTO.- De buena gana me iría ahora mismo.

MEFISTÓFELES.- Presta atención; la bestialidad va a exhibirse en toda su magnificencia.

SIEBEL (bebe atolondrado, el vino corre por el suelo y se convierte en llamas)- ¡Favor! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡El infierno arde!

(Fragmento tomado de escena EL BODEGÓN DE AUERBACH EN LEIPZIG, REUNIÓN DE ALEGRES CAMARADAS. Parte Primera.)

 

2004_Fausto-La-Marmita-de-la-Juventud-7

(La marmita que hasta entonces la Mona había descuidado, empieza a rebosar. De resueltas de ello, Surge una gran llama que sube hasta la chimenea. LA BRUJA desciende rápidamente a través de la llama, dando espantosos alaridos).
LA BRUJA.- ¡Ay! ¡ay! ¡ay! ¡Arre allá, maldita marrana! ¡Bestia condenada! ¿Así quemas a la señora? ¡

Maldito animal! (Viendo a Fausto y Mefistófeles). ¿Qué es esto? ¿Quiénes sois? ¿Qué buscáis ahí? ¿Quién se ha metido aquí a hurtadillas? ¡Que el tormento de fuego os llegue hasta los huesos! (Mete súbitamente la espumadera en la marmita y lanza con fuerza una rociada de llamas sobre Fausto y los animales. Los animales dan gritos lastimeros).

MEFISTÓFELES. (Da media vuelta al escobón que tiene en la mano, y golpea con el mango a derecha e izquierda los vasos y cacharros).- ¡Roto! ¡roto! Ahí esta derramada por el suelo la papilla. Ahí por tierra está el vaso. No es sino pura diversión, carroña; llevo el compás de tu melodía. (Mientras la bruja retrocede llena de furor y espanto).- ¿Me conoces ahora, estantigua, tarasca? ¿No conoces a tu amo y señor? No sé qué me detiene que no te zurro y no te hago pedazos a ti y a tus espíritus monos. ¿No tienes ya respeto al jubón rojo? ¿No sabes distinguir la pluma de gallo? ¿Por ventura he ocultado este rostro? ¿Será menester que me nombre yo mismo?

LA BRUJA.- ¡Oh! Perdonad, señor, mi impolítico saludo. Pero no veo ningún pie de caballo. ¿Dónde están pues tus dos cuervos?
(Fragmento tomado de escena COCINA DE BRUJA. Parte Primera.)

FAUSTO.- ¿Y me perdonas la libertad que me tome, lo que se permitió mi atrevimiento cuando saliste de la catedral el otro día?

MARGARITA.- Quedéme turbada pues nunca me había sucedido tal cosa; nadie podía decir mal de mí. ¡Ah!, pensé, ¿habrá visto en tu porte algo de indecoroso, de inconveniente? Parecía de pronto que tenía ganas de proceder sin miramientos con esta joven. Con todo, debo confesarlo. Yo no se lo que enseguida comenzó a agitarse aquí en favor vuestro; pero, podéis bien creerlo, estaba muy enojada conmigo por no poder estar mas enojada con vos.

FAUSTO.- ¡Dulce amor mío!

MARGARITA.- Permitidme un momento. (Coge una margarita y arranca los pétalos uno tras otro).

FAUSTO.– ¿Qué es eso? ¿Un ramillete?

MARGARITA.- No; es sóo un juego.

FAUSTO.- ¿Cómo?

MARGARITA.- ¡Vaya! Os reiréis de mí. (Deshoja la flor musitando).

FAUSTO.- ¿Qué estas musitando?

MARGARITA (En voz baja).- Me ama… no… me… ama… No… (Arrancando la última hoja, con encantadora alegría). ¡Me ama!

FAUSTO.- Si, niña mía. Que este lenguaje de la flor sea para ti oráculo divino. ¡Te ama! ¿Comprendes tú lo que significa? ¡Te ama! (Le coge ambas manos).

MARGARITA.- Me da un temblor…

FAUSTO.- No tiembles. Deja que esta mirada, que este apretón de manos, te digan lo que no se puede expresar. Abandonarse por completo y sentir un embeleso que ha de ser eterno. ¡Eterno!… Su fin sería la desesperación. No; ¡sin fin!

(Margarita le estrecha las manos; logra luego deasirse y huye. Fausto queda un momento pensativo y luego echa a correr tras ella).

(Fragmento tomado de escena UN JARDIN. Parte Primera.)

 

Fausto 14 - La Muerte. 2005. Texto por J.W. Goethe    Página 72 – La Muerte. 2002.

MEFISTÓFELES (Apareciendo a la puerta).- ¡Arriba, o estáis perdidos! Dejaos de temores, vacilaciones y charlas inútiles. Mis caballos se estremecen impacientes. Despunta el alba.

MARGARITA.- ¿qué es eso que surge del suelo? ¡El! ¡El! Échale afuera ¿Qué quieres en este sagrado recinto? Quiere apoderarse de mí.

FAUSTO.- Tú debes vivir.

MARGARITA.- ¡Justicia de Dios! A ti me entrego.

MEFISTÓFELES (A Fausto).- Ven, ven, o te dejo abandonado con ella.

MARGARITA.- ¡Tuya soy Padre celestial! ¡Sálvame! Vosotros ángeles, vosotras, santas milicias, formad un circulo en torno mío para protegerme. ¡Enrique! Tengo miedo de ti. (Muere).

MEFISTOFELES.- ¡Está juzgada!